Por Almudena Alegría.


Artèpolis es un proyecto personal que nace para pensar y divulgar sobre el patrimonio de Sevilla y Andalucía. Es un recorrido a través de sus historias para ponerlas en valor, enriquecer nuestra visión del pasado y así, comprender mejor nuestro presente.
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Si seguimos la pista de algunas colecciones de arte o antigüedades, o incluso de algunas piezas a lo largo de la historia, nos daremos cuenta de todo el proceso por el que han pasado hasta llegar a formar parte de la colección de un museo actual.

También, si indagamos en la historia de los museos, descubriremos cómo fueron muy numerosas las iniciativas, algunas llevadas a cabo y otras que quedaron en el papel. De cualquier modo, resulta especialmente interesante adentrarse en estos “museos” desaparecidos y encontrar el camino hasta los museos del presente.

En el caso del Museo Arqueológico de Sevilla, algunas de sus obras más significativas, formaron parte de una colección privada. Se trata de la colección que formaría en Sevilla Francisco de Bruna y Ahumada.

Francisco de Bruna y Sevilla.

Francisco de Bruna (1719-1807) va a ser una de las principales figuras de final del siglo XVIII en Sevilla, siendo el ejemplo más sólido de la museología andaluza. En 1765, después de ocupar importantes cargos en la ciudad, es nombrado teniente alcalde de los Reales Alcázares, lugar que no abandonará hasta su muerte. Su labor va a ser de gran trascendencia, concretamente en lo que respecta a la colección de lo que más tarde sería el Museo Arqueológico de la ciudad sevillana.

Retrato de Francisco de Bruna. Imágen: obtenida del libro VVAA (2018).

La formación de su colección.

Los aportes a su colección y su crecimiento paulatino se deben a diversos factores. Por un lado, cabe destacar la colaboración de Bruna con la Escuela de Nobles Artes (posteriormente Academia de Bellas Artes). Fue éste quien medió para conseguir una sede a dicha escuela, consiguiendo a tal fin una casa perteneciente al Alcázar. Es entonces cuando es nombrado responsable de la escuela. A partir de entonces, se fueron depositando pinturas realizadas por los artistas de la Academia en al Alcázar, lo que sería una importante fuente de recursos para la colección.

Por otro lado, fue igualmente importante la vinculación de Bruna con Itálica. Él mismo impulsaría excavaciones que desvelarían descubrimientos tan significativos como la escultura de “Diana” o “Trajano”. Poco a poco, irá formando una colección de antigüedades que él mismo denominara como “Colección de inscripciones y antigüedades de la Bética”, que quedará establecida en el Salón Gótico o Salón de las Estatuas del Alcázar de Sevilla, actualmente conocido como el Salón de los Tapices.

Foto del Salón gótico o de las estatuas. Imagen: obtenida del artículo de López Rodríguez, J. R. (2006).

Fue una colección expuesta que alcanzó cierta repercusión en su tiempo. Antonio Ponz, por su parte, contribuyó a la difusión y al conocimiento de la misma al recogerla en sus cartas y escritos de su Viaje por España.

Francisco de Bruna fallece el 27 de abril de 1807, y antes de producirse el reparto de sus bienes, interviene la Corte de Madrid, desde donde se solicita un inventario de los mismos (inventario que se conserva hoy día en el Palacio Real de Madrid).

Junto con este inventario se van a enviar a Madrid algunas obras, como La Adoración de los Magos de Velázquez. Y la intención que se tenía desde la Corte era la de recibir también algunas de las esculturas del Alcázar.

En 1842 se ordenó el traslado a Madrid cuatro esculturas para formar parte del Museo Real: torso de Diana, Trajano, unos pies imperiales y un torso. Bajo estas circunstancias, la Academia de Sevilla reacciona y solicita la devolución de la colección completa del Alcázar. Años más tarde, la Comisión de Monumentos, solicita que se trasladen los objetos que forman parte de la colección de Bruna al Museo de Bellas Artes de la Merced (Museo de Bellas Artes de Sevilla). Este museo, ya contaba desde hacía años con una sección de antigüedades, y la recepción de estas obras procedentes del Alcázar le dio consistencia. Esto sería el germen del Museo Arqueológico de Sevilla, que durante muchos años, a costa de la mala conservación de los bienes, se ubicó en el claustro del convento de la Merced, compartiendo espacio con el Museo de BBAA.

Museo Arqueológico en el claustro del Convento de la Merced de Sevilla. Imagen: obtenida de López Rodríguez, J. R. (2006).

Para concluir, merece especial mención la intención de Francisco de Bruna de exponer su colección “para la instrucción del público” según sus propias palabras, lo que nos da muestras de ese nuevo concepto de museo que comienza a fraguarse.

Bibliografía:

¡Os espero en la próximo publicación!

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